De vez en cuando, no son malas las curas de humildad. El problema es cuando se repiten cada año. Entonces podemos pensar que algo falla, empezando por la humildad. El Alcorcón dejó en ridículo al Real Madrid y, por extensión, al segundo proyecto galáctico de Florentino Pérez. No fue un mal día: fue un bochorno histórico sin excusa posible, una derrota que llegó, única y exclusivamente, por déficit de fútbol. La terrible evidencia es que hay jugadores en la primera plantilla del Real Madrid que difícilmente encontrarían acomodo en el once titular del Alcorcón. Lo peor para el madridismo es descubrir la mentira, el relleno que acompaña a unos muy pocos futbolistas extraordinarios.
Poco importa que el Madrid consiga remontar en el Bernabéu, si es que lo logra. Ni eso debería servir de alivio. Es fundamental que haya consecuencias y no será malo que la mancha acompañe por un tiempo a todos cuantos provocaron el rubor, empezando por el técnico, absolutamente insustancial en la táctica y en la motivación. Tampoco se debería escapar, por supuesto, la dirección técnica, que ha certificado como competente una plantilla que está muy lejos de la excelencia pretendida.
Pero que la indignación con el Madrid no empañe el sublime partido del Alcorcón, encomiable en el entusiasmo y en el estilo. A los dos minutos ya acumulaba tres ocasiones clarísimas de gol. Y en los minutos siguientes se sucedieron las oportunidades, nacidas todas de un fútbol ágil y profundo, alegre y generoso por las bandas, porque en el extrarradio sí se utilizan.
Cuánto debe influir la mala suerte en el fútbol para que jugadores como Borja, Ernesto o Mora pasen sus días en Segunda B y cuánto la buena para que otros, sin mayores talentos, hagan carrera en el mundo del lujo y la purpurina.
Borja consiguió el primero del Alcorcón y el quinto en su cuenta particular con el Madrid. La jugada fue un prodigio de osadía: girarse, buscar y marcar. Muy poco después Arbeloa marcó en propia puerta y no pasó mucho tiempo antes de que Ernesto lograra el tercero: internada por banda de Cascón y asistencia con lazo.
No negaré que el Madrid, con nueve internacionales sobre el campo, llegó unas cuantas veces, pero fueron las migajas que pelean los ratones.
Tan alentador fue el discurso de Pellegrini en el descanso que Borja marcó el cuarto a los seis minutos de la reanudación. En los 39 siguientes el Madrid, militarmente concentrado desde el lunes, fue incapaz de meter la pelota en la portería del Alcorcón. Si ya no pudo contar con Guti en ese empeño es porque el genio ciclotímico estaba decidido a expulsarse, incómodo ante la plebe sublevada.
GUASA
Tanto como la afrenta, al madridismo le dolerá la guasa. En estos partidos que hacen coincidir dos mundos permanece algo berlanguiano, con mozos sentados en los muros y un horizonte de pryconsa y polígono. En ese ambiente es fácil burlarse del poderoso, perderle el respeto e incluso compadecerse de sus pucheros. Todo eso le ocurrió al Madrid y todo eso celebra el Alcorcón, el equipo que mató a Goliat.
Poco importa que el Madrid consiga remontar en el Bernabéu, si es que lo logra. Ni eso debería servir de alivio. Es fundamental que haya consecuencias y no será malo que la mancha acompañe por un tiempo a todos cuantos provocaron el rubor, empezando por el técnico, absolutamente insustancial en la táctica y en la motivación. Tampoco se debería escapar, por supuesto, la dirección técnica, que ha certificado como competente una plantilla que está muy lejos de la excelencia pretendida.
Pero que la indignación con el Madrid no empañe el sublime partido del Alcorcón, encomiable en el entusiasmo y en el estilo. A los dos minutos ya acumulaba tres ocasiones clarísimas de gol. Y en los minutos siguientes se sucedieron las oportunidades, nacidas todas de un fútbol ágil y profundo, alegre y generoso por las bandas, porque en el extrarradio sí se utilizan.
Cuánto debe influir la mala suerte en el fútbol para que jugadores como Borja, Ernesto o Mora pasen sus días en Segunda B y cuánto la buena para que otros, sin mayores talentos, hagan carrera en el mundo del lujo y la purpurina.
Borja consiguió el primero del Alcorcón y el quinto en su cuenta particular con el Madrid. La jugada fue un prodigio de osadía: girarse, buscar y marcar. Muy poco después Arbeloa marcó en propia puerta y no pasó mucho tiempo antes de que Ernesto lograra el tercero: internada por banda de Cascón y asistencia con lazo.
No negaré que el Madrid, con nueve internacionales sobre el campo, llegó unas cuantas veces, pero fueron las migajas que pelean los ratones.
Tan alentador fue el discurso de Pellegrini en el descanso que Borja marcó el cuarto a los seis minutos de la reanudación. En los 39 siguientes el Madrid, militarmente concentrado desde el lunes, fue incapaz de meter la pelota en la portería del Alcorcón. Si ya no pudo contar con Guti en ese empeño es porque el genio ciclotímico estaba decidido a expulsarse, incómodo ante la plebe sublevada.
GUASA
Tanto como la afrenta, al madridismo le dolerá la guasa. En estos partidos que hacen coincidir dos mundos permanece algo berlanguiano, con mozos sentados en los muros y un horizonte de pryconsa y polígono. En ese ambiente es fácil burlarse del poderoso, perderle el respeto e incluso compadecerse de sus pucheros. Todo eso le ocurrió al Madrid y todo eso celebra el Alcorcón, el equipo que mató a Goliat.
Sin comentarios picha, muy triste, ya te dije que este Madrid no me decía nada, pero nunca me haces caso, así no vamos a ningún sitio. Un abrazo.
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