
Otra solución sería que se jugaran sólo los últimos cinco minutos, los únicos que valieron la pena del encuentro. Cuando España caminaba hacia su segunda derrota consecutiva apareció Dani Güiza en los minutos 88 y 89 para firmar dos goles que neutralizó en el tiempo añadido Mphela con uno de los mejores tantos del campeonato, un golazo de lanzamiento directo de falta. Una pegada excelente, perfecta. Fueron cinco minutos de locura, que no tuvieron nada que ver con el resto del choque, y que nos llevaron a una prórroga en la que las intervenciones de Casillas y un gol de falta de Xabi Alonso dieron la victoria a la Selección.
España afrontó este apasionante desafío sin motivación alguna, con el único interés de intentar que Villa o Fernando Torres lograran algún tanto para terminar como máximos goleadores del torneo. Un premio interesante, pero que no deja de ser una cuestión menor cuando el objetivo era medirse a Brasil y ganar la Copa Confederaciones. Habrá que esperar un año para desafiar a los pentacampeones. Villa y Torres tuvieron casi una hora para marcar. Fallaron en el intento. Vicente del Bosque los cambió a los dos a la vez, para no herir susceptibilidades. Siempre está atento Del Bosque a todos estos detalles. El protagonismo que estaba destinado a los dos delanteros titulares se lo robó esta vez Dani Güiza.
La falta de tensión que mostraron los jugadores españoles es totalmente comprensible. Sucede cuando uno se queda sin objetivos. Era la hora de la siesta y a eso invitó el choque hasta que a la hora de juego Del Bosque retiró a Villa y a Torres y dio entrada a Silva y Cazorla. Con los cambios, la Selección ganó en movilidad, en llegada y en velocidad. Comenzó a ejecutar sus acciones a un ritmo más alto. Sucede siempre que España juega con cinco centrocampistas y sólo un delantero. Así se ganó la Eurocopa.
Del Bosque se tomó en serio el choque y presentó una alineación con mayoría de titulares. Sergio Ramos, Puyol, Cesc y Xavi, éste por problemas físicos, fueron los únicos de los habituales que vieron el partido desde el banquillo. El efecto que pretendía el seleccionador no se consiguió y la falta de ganas convirtió a la Selección en un grupo sin personalidad, que buscó el triunfo de forma rutinaria, funcionarial. España afrontó el partido como quien va obligado a un trabajo que le disgusta, sin ninguna ilusión.
El primer tiempo discurrió como esos combates de boxeo que comienzan con los dos púgiles estudiándose, sin entrar en la pelea. El problema fue que España y Suráfrica se pasaron los primeros 45 minutos mirándose de lejos, sin ningún interés por afrontar la batalla. Y eso que el comienzo fue prometedor, con el portero Khune desviando a mano cambiado un bonito disparo de rosca de Villa, en lo poco decente que hizo el delantero del Valencia en toda la tarde. No estuvo mucho mejor Fernando Torres, que como su compañero de ataque ha ido de más a menos en el torneo.
Respondió el larguirucho Booth con un pésimo remate de cabeza y pasada la media hora Thsabalala sí exigió de verdad a Casillas. Fue una buena ocasión, como la que desperdició Riera después de un gran pase entre líneas de Xabi Alonso. Así se cerró la soporífera primera parte.
El segundo periodo comenzó con polémica, con un gol anulado a Busquets por fuera de juego. En el tiro de Villa, Busquets estaba en posición legal, pero Capdevila y Torres sí estaban en fuera de juego. La jugada invita a la confusión, menos para el árbitro australiano Matthew Breeze que lo vio claro y no dudó.

Pero cuando más entonada parecía la Selección llegó el gol de Suráfrica. Thsabalala ganó la espalda a Arbeloa, el más flojo de la Selección, y Mphela remató solo en el área pequeña. Otro fallo colectivo en defensa.

Decidió entonces Del Bosque recomponer la figura y volver al dibujo original. Dio entrada a un delantero, Llorente, por un centrocampista, Busquets. No notó mejoría España con el cambio y la derrota parecía inevitable hasta que apareció Güiza en el minuto 88. Bajó el balón quizá ayudándose de los brazos y marcó con un buen tiro a la media vuelta. Sin apenas tiempo para disfrutar del empate llegó el segundo, firmado también por el delantero del Fenerbahçe, que puso el balón en la escuadra. Fuera a tirar o a centrar, el caso es que fue un golazo, al que respondió ya en el tiempo añadido Mphela con uno de los mejores goles del campeonato, un golazo de falta directa ya relatado más arriba.

Surgió primero Casillas para evitar con el pie el tercero de Mphela, que se aprovechó de la mala maniobra defensiva de Albiol, que tiró mal el fuera de juego, y ganó en velocidad a Piqué, que acabó el choque cojo por una lesión muscular. Después voló el capitán para desviar un balón que se iba dentro.

Con la portería cerrada por Iker, Xabi Alonso decidió el partido con un gol involuntario de falta. Decimos involuntario porque fue a centrar y el balón terminó dentro de la portería de Suráfrica sin que nadie lo tocara. Una acción que resume el despropósito que fue el encuentro.
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