El Sevilla fue el primero en llegar ante el féretro de Dani Jarque; quizá estaba escrito. El sol ardía en el nuevo estadio del Espanyol cuando aparecieron el vicepresidente Pepe Castro, el director técnico Monchi, Sergio Sánchez arrasado en lágrimas y Andrés Palop. El portero valenciano, gran señor del fútbol, nos resumió como nadie lo crudo del momento: "Esto no se supera. Esto te persigue toda la vida. Nosotros seguimos con lo de Antonio (Puerta) a cuestas. Está en los entrenamientos, en los viajes, en el estadio, en cualquier calle de Sevilla. Esto es un horror para toda la vida".
Más de 15.000 personas, según las cuentas del club, desfilaron en silencio por la capilla ardiente entre las dos y las seis de la tarde. Se oyeron lágrimas porque en estas situaciones las lágrimas se oyen. Y las flores. La procesión de coronas fue interminable; las mandó todo nuestro fútbol, muchísimas peñas españolistas.
A las dos de la tarde se abrió el acceso hasta el féretro. La familia no quiso fotos de la capilla ardiente. El ataúd con los restos mortales de Jarque ocupaba el lugar central. Le flanqueaban diversas coronas, a sus pies un escudo del Espanyol hecho de flores blancas y azules. Y una foto del futbolista desaparecido: la mirabas y le esperaban ver aparecer, sonriente, como él era, en cualquier momento
A ambos lados, diez filas de asientos que, de un lado, ocupaban sus compañeros de equipo y los directivos del club, todos con la mirada perdida. Al otro lado del féretro estaban sus padres, su compañera Jessica, que será madre en septiembre: viene Martina El pueblo desfiló con el alma encogida.
De pronto apareció el Madrid: Florentino, Valdano y Raúl, acompañados por Enrique Cerezo, el Atlético. El 7 mantuvo una larga charla con la madre de Jarque. "Tu hijo era maravillso", le dijo. Poco más tarde llegaron Laporta, Begiristain, Guardiola, Iniesta, Jorquera y Valdés, el Barça. Y luego Llorente y Albelda, el Valencia. Y Bandrés y Cuartero, el Zaragoza. Y Álvarez y Rivas, el Betis. Y Roig, Llaneza, Venta, Valverde (que dejó una camiseta amarilla con el número 21 entre las muchas que la afición ha ido colocando estos días) y Senna: el Villareal. Y Pacheta, el Numancia. Y medio Girona, con Gerard López al frente, ¡cuánto nos acordamos de su hermano Sergi! Y el Nàstic. Y el presidente Suárez del Valladolid. Y Toni Muñoz, por parte del Getafe. Y José Ángel Iríbar y Gorka Iraizoz, por el Athletic. Y un destrozado Lotina, el Depor. Y Villar. Y muchísimos ex jugadores pericos y de otros clubes.
Vimos miles de camisetas del Espanyol, muchas ya personalizadas con el nombre de Jarque. En el antepalco el párroco de la Ciudad Cooperativa, el barrio donde nació Dani Jarque en Sant Boi de Llobregat, rezó un responso, sonó el Mortis Nostra y un flautista interpretó con gran dulzura el himno del Espanyol.
Inmediatamente después, Dani Jarque abandonó Cornellà-El Prat a hombros de sus compañeros. El último homenaje se lo rindió poco después el Racing en Nápoles, el último estadio en el que jugó el capitán blanquiazul. Fue incinerado una hora después. Descanse en paz.
Más de 15.000 personas, según las cuentas del club, desfilaron en silencio por la capilla ardiente entre las dos y las seis de la tarde. Se oyeron lágrimas porque en estas situaciones las lágrimas se oyen. Y las flores. La procesión de coronas fue interminable; las mandó todo nuestro fútbol, muchísimas peñas españolistas.
A las dos de la tarde se abrió el acceso hasta el féretro. La familia no quiso fotos de la capilla ardiente. El ataúd con los restos mortales de Jarque ocupaba el lugar central. Le flanqueaban diversas coronas, a sus pies un escudo del Espanyol hecho de flores blancas y azules. Y una foto del futbolista desaparecido: la mirabas y le esperaban ver aparecer, sonriente, como él era, en cualquier momento
A ambos lados, diez filas de asientos que, de un lado, ocupaban sus compañeros de equipo y los directivos del club, todos con la mirada perdida. Al otro lado del féretro estaban sus padres, su compañera Jessica, que será madre en septiembre: viene Martina El pueblo desfiló con el alma encogida.
De pronto apareció el Madrid: Florentino, Valdano y Raúl, acompañados por Enrique Cerezo, el Atlético. El 7 mantuvo una larga charla con la madre de Jarque. "Tu hijo era maravillso", le dijo. Poco más tarde llegaron Laporta, Begiristain, Guardiola, Iniesta, Jorquera y Valdés, el Barça. Y luego Llorente y Albelda, el Valencia. Y Bandrés y Cuartero, el Zaragoza. Y Álvarez y Rivas, el Betis. Y Roig, Llaneza, Venta, Valverde (que dejó una camiseta amarilla con el número 21 entre las muchas que la afición ha ido colocando estos días) y Senna: el Villareal. Y Pacheta, el Numancia. Y medio Girona, con Gerard López al frente, ¡cuánto nos acordamos de su hermano Sergi! Y el Nàstic. Y el presidente Suárez del Valladolid. Y Toni Muñoz, por parte del Getafe. Y José Ángel Iríbar y Gorka Iraizoz, por el Athletic. Y un destrozado Lotina, el Depor. Y Villar. Y muchísimos ex jugadores pericos y de otros clubes.
Vimos miles de camisetas del Espanyol, muchas ya personalizadas con el nombre de Jarque. En el antepalco el párroco de la Ciudad Cooperativa, el barrio donde nació Dani Jarque en Sant Boi de Llobregat, rezó un responso, sonó el Mortis Nostra y un flautista interpretó con gran dulzura el himno del Espanyol.
Inmediatamente después, Dani Jarque abandonó Cornellà-El Prat a hombros de sus compañeros. El último homenaje se lo rindió poco después el Racing en Nápoles, el último estadio en el que jugó el capitán blanquiazul. Fue incinerado una hora después. Descanse en paz.
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