Los blancos tomaban ventaja en el marcador, pero eso no les valía. Querían brindar mucho más a su afición a base de presión, ocupación perfecta de los espacios y combinaciones rápidas. No es de extrañar, por tanto, que las ocasiones fueron llegando con esa misma velocidad. Primero fue Van der Vaart de cabeza tras un pase de Ramos desde la banda derecha (5´). Siete minutos más tarde lo intentó Cristiano Ronaldo con un golpe franco que se marchó elevado.
Y llegó el recital del propio Van der Vaart. El centrocampista holandés anotó dos preciosos tantos en sendos minutos. Una gran asistencia de Marcelo –la segunda de la noche- fue el preludio del primero. El brasileño pisó la pelota, se la acomodó y regaló un magistral pase a su compañero (25’). La asistencia del segundo fue obra de Ramos. La jugada recordaba con exactitud a la vivida en el minuto cinco, sólo que esta vez Van der Vaart no pudo la cabeza sino que sólo tuvo que empujar suavemente el esférico a la red con su bota (27’).
Sólo habían trascurrido cuatro minutos de la segunda mitad y los blancos seguían a lo suyo… marcando goles. Cristiano Ronaldo puso la manita. El tanto demuestra la tremenda calidad que atesora y, sobre todo, la enorme confianza que tiene en sus capacidades futbolísticas. El portugués controló el esférico dentro del área y con la tranquilidad pasmosa que sólo tienen los cracks amagó varias veces hasta encontrar un pequeño resquicio por el que llevar el balón a la red. La sonrisa posterior de Cristiano tras el tanto era la prueba definitiva de que los blancos se divirtieron en el campo y, a su vez, llevaron el espectáculo a unas gradas que ovacionaban cada gesto técnico de los locales. El resto de la segunda parte refrendó esta teoría.

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