
El número uno frenó la trayectoria de Verdasco en el mismo punto en el que el mismo Nadal, Djokovic, Murray y Federer, los cuatro capos del tenis, le habían dejado varado en los anteriores Masters 1.000, los cuartos de final.
La Caja Mágica, llena esta vez y respirando electricidad, fue una caja de resonancia que multiplicó la potencia de los golpes de dos gladiadores zurdos de brazos bruñidos. Dos pegadores que ajustaron bolas al límite (el Ojo de Halcón no se utiliza en tierra, aunque hubo algún que otro punto clave dudoso, porque las bolas quedan marcadas) para ganar.
Verdasco anunció que iría a morir cuando levantó tres bolas de break en el cuarto juego del primer set, enviando bolas profundas que encerraban a Nadal muy atrás. Pero delató también sus carencias cuando con varios fallos tontos, producto de la ansiedad, dio alas a Nadal para entregar la primera rotura al estresante rey de la tierra (6-4).
Y ahí que el de Boadilla, con mucho aliento en la grada, no se acongojó sabiendo que podía ser su día, ayudado por bolas que volaban como rayos en la altura de Madrid. Se marchó hasta el 4-0 y todo indicaba que el partido se iría al tercer set porque Nadal, que alternaba destellos que podían convertirse en cualquier momento en fogonazos, no carburaba bien por la presión a la que estaba siendo sometido. Una presión arriesgada, porque llegó al final con 43 errores no forzados. "Lo mejor y lo peor lo hago yo", resumió Fernando.
Entonces, el coloso se levantó. Mostró sus cartas. Castigó el revés del madrileño, que le había fulminado con drives que parecían directos de un peso pesado. Llegó hasta el 4-4, no le puso nervioso perder dos puntos de partido con 5-4 y cerró después con 7-5. Djokovic, que eliminó a Ljubicic (doble 6-4), le espera ambicioso.
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