sábado, 30 de mayo de 2009

Victoria aplastante de Nadal que le lleva a octavos de final.




La primera vez que Lleyton Hewitt se topó con Rafa Nadal, en el Open australiano de 2004, el entonces temible Lleyton tuvo calambres sostenidos, a causa de tener que pegar en suspensión (Hewitt apenas mide 1,80) una bola altísima tras otra. Hewitt ganó aquel partido. Pero no lo olvidó: Hewitt, máquina competitiva, diseñada para el triunfo, había mirado a su replicante perfecto, Nadal, la máquina competitiva del Siglo XXI. "Siempre le he seguido, siempre me ha asombrado", dice Hewitt de Nadal: con cierto cariño.


Cinco años después, el amo es aquel chico osado que cocía al Satán australiano en el infierno de Melbourne. "Vivir con miedo, eso sí que debe ser esclavitud", era el mensaje que se transmitían los replicantes más audaces. Algo así debió imprimir el demonio Hewitt en la piel del replicante Nadal: tanto, que ayer, en la Chatrier, Nadal destruyó a Hewitt y le redujo a la categoría de reliquia. Es fácil para quien recuerde algo de boxeo: Carlos Monzón y Jake LaMotta fueron dos amenazas. Pero eran pesos medios. Y, con veinte kilos de inferioridad, no hubieran tenido una oportunidad ante los puños colosales de grandes pesos como Joe Frazier o George Foreman. En Roland Garros, Nadal es una mezcla de Frazier, Foreman y King Kong. A su lado, el actual Hewitt es un pigmeo rubito.


Y Nadal tiene tan poco miedo como aquel Hewitt que conquistaba Wimbledon y Nueva York. Sólo hubo algo de partido en el segundo set, cuando Hewitt, humillado con 6-1 en el primero, despegó desde 0-2 hasta 3-2 y 0-30 sobre el saque de Nadal. Ahí, Hewitt esgrimió dos veces el puño y gritó su famoso 'C'mon', 'Vamos'. Nunca lo hubiera hecho: fue como Sollozzo queriendo robar en el despacho de Don Corleone. Desde ahí, Nadal fue un rodillo que laminó a Hewitt: 10-1 en los últimos once juegos. Aquellas bolas altas de Melbourne 2004 envolvieron a Hewitt como lenguas de fuego. El último punto fue un ace que el línea le quiso quitar a Nadal. El número uno fue al sitio, pidió la marca, y entre los pititos de París dio el asunto por concluido, en una horita y media. Hewitt no protestó.


En octavos, mañana, Nadal cruza con Soderling, su arisco enemigo de Wimbledon 2007. Soderling avanzó en cuatro sets sobre Ferrer. El sueco tiró misiles planos, pero terminó contracturado. En Roma, no hace un mes, Nadal le metió 6-1, 6-0. Vivir con miedo sí que debe ser una esclavitud. Y una experiencia: reservada a Soderling, desde luego.




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