El Real Madrid está en alza, y al igual que hizo en San Siro -con una primera parte que maravilló a Europa-, ha dejado patente en el Calderón que aspira a ganarlo todo. Los madridistas realizaron un gran juego y fueron netamente superiores durante el tiempo que hubo igualdad numérica: ochenta minutos. Kaká y Marcelo llevaron con ventaja a los blancos al descanso. Higuaín puso el tercero en la segunda mitad. Pero los locales, ya con un futbolista más sobre el césped, acortaron distancias en el marcador gracias a los goles de Forlán y Agüero en los minutos finales. El Real Madrid demostró en esos últimos instantes una enorme madurez y no dejó escapar una victoria que había merecido más que nadie. Con ella ya lleva diez años sin perder en el Calderón. Y lo que es más importante, se mantiene firme en su pulso por la Liga.
CRÓNICA
Todos los derbis del siglo XXI tienen sabor madridista. En esta ocasión fue otra una victoria merecida, pese a que el último empuje local llevase a equívocos. Desde el inicio supo emplear sus armas. El Real Madrid hizo gala en el Calderón de una presión constante -ahogó la salida del rival- para obtener la posesión del balón. Fueron continuos los apoyos de los mediocentros a los laterales y las incorporaciones de estos últimos a las jugadas de ataque. En definitiva, los madridistas dieron muestras de las señas de identidad que Pellegrini está inculcando a su equipo.
No es de extrañar, por tanto, que dicho esfuerzo diese sus frutos en tan sólo cuatro minutos. Los mismos que necesitó Lass para recuperar un balón y cedérselo a Kaká para que el brasileño se sacase de la chistera un disparo desde la frontal ante el que nada pudo hacer Asenjo. Fue el preámbulo de lo que llegaría después. Pepe lo intentó en disparo lejano (19’), Ramos desde el borde del área (21’) y fue a la tercera cuando Marcelo llevó la tranquilidad a la afición visitante (24’).
El gol fue un compendio de toque y precisión. Ramos y Benzema combinan a su antojo en el centro del área para ceder finalmente a Marcelo. El brasileño, sin apenas ángulo, lleva el balón a la red ante la sorpresa del respetable. La jugada significaba mucho más que el segundo tanto visitante: daba claras muestras de la seguridad con la que se movía este Real Madrid. Benzema pudo anotar el tercero (33’), aunque bien es cierto que Forlán -disparó al palo- (30’) y Simao, en la última jugada del primer acto, pudieron reducir distancias.
TARDÍA REACCIÓN ROJIBLANCA
Amparado en su condición de local y en el revulsivo que podría significar la entrada de Agüero, el Atlético salió a morder en el segundo acto. Sólo fueron quince minutos de agobio ya que el Real Madrid despejó todo tipo de dudas con el gol de Higuaín (64’). Un tanto que fue fiel reflejo de que los mecanismos de presión instaurados por Pellegrini funcionan a la perfección. El argentino asfixiaba la salida de Perea, robaba el esférico y batía con total tranquilidad a Asenjo.
Todo parecía sentenciado, pero Ramos fue expulsado un minuto más tarde por derribar a Agüero en el borde del área y Forlán redujo distancias (79’). Kun Agüero puso tensión hasta el final (80’). Pero el Madrid supo cerrar su portería y sumar una victoria que mereció más que su rival. Un triunfo que le mantiene firme en el pulso por la Liga. Y que refrenda el color blanco que han tenido todos los derbis disputados en el siglo XXI. El primero de esta temporada volvió a tener el sello madridista.
CRÓNICA
Todos los derbis del siglo XXI tienen sabor madridista. En esta ocasión fue otra una victoria merecida, pese a que el último empuje local llevase a equívocos. Desde el inicio supo emplear sus armas. El Real Madrid hizo gala en el Calderón de una presión constante -ahogó la salida del rival- para obtener la posesión del balón. Fueron continuos los apoyos de los mediocentros a los laterales y las incorporaciones de estos últimos a las jugadas de ataque. En definitiva, los madridistas dieron muestras de las señas de identidad que Pellegrini está inculcando a su equipo.
No es de extrañar, por tanto, que dicho esfuerzo diese sus frutos en tan sólo cuatro minutos. Los mismos que necesitó Lass para recuperar un balón y cedérselo a Kaká para que el brasileño se sacase de la chistera un disparo desde la frontal ante el que nada pudo hacer Asenjo. Fue el preámbulo de lo que llegaría después. Pepe lo intentó en disparo lejano (19’), Ramos desde el borde del área (21’) y fue a la tercera cuando Marcelo llevó la tranquilidad a la afición visitante (24’).
El gol fue un compendio de toque y precisión. Ramos y Benzema combinan a su antojo en el centro del área para ceder finalmente a Marcelo. El brasileño, sin apenas ángulo, lleva el balón a la red ante la sorpresa del respetable. La jugada significaba mucho más que el segundo tanto visitante: daba claras muestras de la seguridad con la que se movía este Real Madrid. Benzema pudo anotar el tercero (33’), aunque bien es cierto que Forlán -disparó al palo- (30’) y Simao, en la última jugada del primer acto, pudieron reducir distancias.
TARDÍA REACCIÓN ROJIBLANCA
Amparado en su condición de local y en el revulsivo que podría significar la entrada de Agüero, el Atlético salió a morder en el segundo acto. Sólo fueron quince minutos de agobio ya que el Real Madrid despejó todo tipo de dudas con el gol de Higuaín (64’). Un tanto que fue fiel reflejo de que los mecanismos de presión instaurados por Pellegrini funcionan a la perfección. El argentino asfixiaba la salida de Perea, robaba el esférico y batía con total tranquilidad a Asenjo.
Todo parecía sentenciado, pero Ramos fue expulsado un minuto más tarde por derribar a Agüero en el borde del área y Forlán redujo distancias (79’). Kun Agüero puso tensión hasta el final (80’). Pero el Madrid supo cerrar su portería y sumar una victoria que mereció más que su rival. Un triunfo que le mantiene firme en el pulso por la Liga. Y que refrenda el color blanco que han tenido todos los derbis disputados en el siglo XXI. El primero de esta temporada volvió a tener el sello madridista.
Si hay que ponerle un pero a este Madrid es que se relajó al final y casi se deja remontar, y esto ante un rival de mayor entidad le puede pasar factura, un abrazo amigo, long live rock & roll!
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