Una noche maravillosa de julio de 2008, un chico heroico, Rafael Nadal, desmontó 42 años de maldición para los españoles en Wimbledon. Si no surgen fenómenos como carros de fuego o apariciones milagrosas, toca esperar que sea ese mismo chico maravilloso, el mismo Nadal, quien, más temprano que tarde, también desmonte una nueva maldición: ningún jugador español ha ganado, jamás, el US Open en las pistas de Flushing Meadows, inauguradas en 1977. Sí lo hizo una mujer: Arantxa Sánchez Vicario.
Los títulos estadounidenses de Santana y Orantes fueron en el entrañable West Side Tennis Club, Forest Hills, en 1965 y 75. En Flushing Meadows, Ferrero fue finalista en 2003. Cayó ante Roddick. Y, KO ante Del Potro, Nadal lleva dos semifinales consecutivas en este caos de estadio, una locura de torneo. Rafa está ahí cerca, pero
Pero Rafa Nadal no está perfecto, no al límite: no para competir con el Mortero Goliat o cañón antitanque que Del Potro maneja en servicio, derecha y revés. En buenas condiciones, el mejor Nadal, aún puede perder aquí ante esos terribles pegadores altos, Del Potro, Söderling, Djokovic que le resisten y atacan la derecha cruzada con potentes reveses a dos manos. Y que llevan un martillo pilón en el saque. Un Nadal menor, limitado, harto de dolor en los abdominales, y con el servicio en cotas entre 150/170 km/h no tiene mucho que hacer ante este grupo salvaje.
Lo que tiene ahora Nadal aún le vale ante Berdych, González, y quizá el resto de españoles pero no ante esos mutantes que destrozan la bola desde el primer golpe, sea saque o resto. En DecoTurf II, la superficie rapidísima del US Open, la merma en el saque es una desventaja letal para Nadal, del mismo modo que Federer lo pasa muy mal ante el mejor Rafa por manejar el fino revés a una mano y por un problema mental. Así, Del Potro noqueó a Nadal, que finaliza una nueva aventura. Se va del Open como número dos de la ATP. La maldición de Flushing Meadows sigue en pie para los españoles. Pero a Nadal le queda una eternidad. Y la maldición de Flushing no se fía de él.
"El abdominal me ha estado matando desde la primera semana del torneo. Tenía que sacar muchas veces hacia el centro. Me mataba, si sacaba hacia fuera. Pero, incluso si hubiera estado perfecto, quizá no habría ganado a Del Potro y Djokovic en estas semanas. En realidad, sólo estuve bien dos partidos y medio en Cincinnati. Allí hice las últimas pruebas. Se veía un espasmo muscular con un pequeño edema. Así que, probablemente, habría una pequeña microrrotura. Pero no es importante, seguiré con mi programa y animaré a mis compañeros de la Davis, en Torrepacheco".
Rafa Nadal
Los títulos estadounidenses de Santana y Orantes fueron en el entrañable West Side Tennis Club, Forest Hills, en 1965 y 75. En Flushing Meadows, Ferrero fue finalista en 2003. Cayó ante Roddick. Y, KO ante Del Potro, Nadal lleva dos semifinales consecutivas en este caos de estadio, una locura de torneo. Rafa está ahí cerca, pero
Pero Rafa Nadal no está perfecto, no al límite: no para competir con el Mortero Goliat o cañón antitanque que Del Potro maneja en servicio, derecha y revés. En buenas condiciones, el mejor Nadal, aún puede perder aquí ante esos terribles pegadores altos, Del Potro, Söderling, Djokovic que le resisten y atacan la derecha cruzada con potentes reveses a dos manos. Y que llevan un martillo pilón en el saque. Un Nadal menor, limitado, harto de dolor en los abdominales, y con el servicio en cotas entre 150/170 km/h no tiene mucho que hacer ante este grupo salvaje.
Lo que tiene ahora Nadal aún le vale ante Berdych, González, y quizá el resto de españoles pero no ante esos mutantes que destrozan la bola desde el primer golpe, sea saque o resto. En DecoTurf II, la superficie rapidísima del US Open, la merma en el saque es una desventaja letal para Nadal, del mismo modo que Federer lo pasa muy mal ante el mejor Rafa por manejar el fino revés a una mano y por un problema mental. Así, Del Potro noqueó a Nadal, que finaliza una nueva aventura. Se va del Open como número dos de la ATP. La maldición de Flushing Meadows sigue en pie para los españoles. Pero a Nadal le queda una eternidad. Y la maldición de Flushing no se fía de él.
"El abdominal me ha estado matando desde la primera semana del torneo. Tenía que sacar muchas veces hacia el centro. Me mataba, si sacaba hacia fuera. Pero, incluso si hubiera estado perfecto, quizá no habría ganado a Del Potro y Djokovic en estas semanas. En realidad, sólo estuve bien dos partidos y medio en Cincinnati. Allí hice las últimas pruebas. Se veía un espasmo muscular con un pequeño edema. Así que, probablemente, habría una pequeña microrrotura. Pero no es importante, seguiré con mi programa y animaré a mis compañeros de la Davis, en Torrepacheco".
Rafa Nadal
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