En algún punto, entre abril y mayo, algún fusible recóndito hizo cortocircuito en el cableado del organismo que el mundo conoce como Rafael Nadal Parera. Pero ese mismo organismo, con ese fusible o microchip entre idas y venidas, pisa ya los octavos de final del US Open.
En Desafío total, Arnold Schwarzenegger se mete en un viaje inquietante a Marte, pero Arnold no sabe si es él mismo, ni si Sharon Stone es Sharon Stone, que ya hay que tener las ideas revueltas. Es igual: al final, gana Schwarzenegger, como casi siempre. Más o menos, esta es la situación del Nadal actual. Se diría que no tiene muy clara su identidad, su alcance. Pero pega mazazos liftados, llega a dejadas inverosímiles y tumba a un rival tras otro en el tenso Planeta Rojo del US Open.
En el primer set, y a palo limpio, Almagro, rompió tres veces el servicio de Rafa. Pero Almagro fue incapaz de consolidar uno solo de esos breaks: Nadal siempre le volvió a romper de vuelta, y dominó el set, 7-5: 64 minutos, con siete roturas de servicio.
Llegaron rachas de viento, nubes y despistes. Segundo set, Nadal: 6-4. En el tercero, Almagro quebró por quinta (y última) vez el servicio de Rafa. Tuvo bola para 3-0. Inútimente. Nadal salió de la encerrona ("Rafa siempre está ahí", analiza Almagro) y recuperó el break concedido.
En el cambio, con 2-1 para Almagro, ocurrió lo insólito: Almagro y Nadal llamaron cada uno a un trainer y se tendieron al mismo tiempo en la moqueta de la Arthur Ashe, para recibir asistencia: Almagro, en la espalda, de manos de Per Bastholt. Nadal, en los abdominales altos, con Michal Novotny, su especialista de cabecera. El fusible volvía a chisporrotear. Pero Nadal, con cara rara, volvió a la pista para sentenciar a Almagro: 6-4, fin. Ahora, Monfils, que se impuso a José Acasuso por 6-3, 6-4, 1-0 y retirada del argentino. Con o sin cortocircuito de identidad, este desafío total sigue en pie: en Nueva York o en Marte.
En Desafío total, Arnold Schwarzenegger se mete en un viaje inquietante a Marte, pero Arnold no sabe si es él mismo, ni si Sharon Stone es Sharon Stone, que ya hay que tener las ideas revueltas. Es igual: al final, gana Schwarzenegger, como casi siempre. Más o menos, esta es la situación del Nadal actual. Se diría que no tiene muy clara su identidad, su alcance. Pero pega mazazos liftados, llega a dejadas inverosímiles y tumba a un rival tras otro en el tenso Planeta Rojo del US Open.
En el primer set, y a palo limpio, Almagro, rompió tres veces el servicio de Rafa. Pero Almagro fue incapaz de consolidar uno solo de esos breaks: Nadal siempre le volvió a romper de vuelta, y dominó el set, 7-5: 64 minutos, con siete roturas de servicio.
Llegaron rachas de viento, nubes y despistes. Segundo set, Nadal: 6-4. En el tercero, Almagro quebró por quinta (y última) vez el servicio de Rafa. Tuvo bola para 3-0. Inútimente. Nadal salió de la encerrona ("Rafa siempre está ahí", analiza Almagro) y recuperó el break concedido.
En el cambio, con 2-1 para Almagro, ocurrió lo insólito: Almagro y Nadal llamaron cada uno a un trainer y se tendieron al mismo tiempo en la moqueta de la Arthur Ashe, para recibir asistencia: Almagro, en la espalda, de manos de Per Bastholt. Nadal, en los abdominales altos, con Michal Novotny, su especialista de cabecera. El fusible volvía a chisporrotear. Pero Nadal, con cara rara, volvió a la pista para sentenciar a Almagro: 6-4, fin. Ahora, Monfils, que se impuso a José Acasuso por 6-3, 6-4, 1-0 y retirada del argentino. Con o sin cortocircuito de identidad, este desafío total sigue en pie: en Nueva York o en Marte.
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